Algunos retratos se revelan como huellas del imprevisto roce humano. En mi caso, pequeñas pinturas que tienen como soporte el papel o la pantalla del teléfono, para llevarlas cerca, sentirse acompañado, evocando a partir de su rostro a cuerpos añorados; del mismo modo que la discreta e íntima función que ocupaban las fotos dentro de relicarios y carteras.

Instantánea para guardarse en un cajón

acrílico sobre papel fotográfico, 17.5 x 13 cm, 2020

Corte

acrílico sobre papel, 14 x 10.8 cm, 2019

Libertad

acrílico sobre papel, 14 x 10.8 cm, 2019

Tania

pintura digital, 2023

Chuck

acrílico sobre tela montada en soporte rígido, 15 x 13 cm, 2022

Roberto

pintura digital, 2019

Paola 1

pintura digital, 2019

Danu

pintura digital, 2021

Oli

pintura digital, 2021

Evy 2

pintura digital, 2019

Fou

pintura digital, 2021

Mariana

acrílico sobre MDF, 13 X 13 cm, 2023

Rafa 2

pintura digital, 2019

Rafa 1

pintura digital, 2017

Erika

pintura digital, 2020

Paola 2

pintura digital, 2020

Evocación

acrílico sobre soporte de madera, 96 x 54 cm, 2023

Evy 1

pintura digital, 2020

Necedad

acrílico e impresión digital sobre tela montada en soporte rígido, 70 x 39.5 cm, 2022

Elizabetta

pintura digital, 2021

Diego

pintura digital, 2020

Novio muerto

pintura digital, 2019

Meatnight

pintura digital, 2022

En el caso de las pinturas de soporte digital, empleo texturas que simulan las de los medios análogos, conservando algunas de las cualidades visuales propias del medio digital, como los altos niveles de saturación y luminosidad. Estas magnitudes hiperbólicas desbordan los límites cromáticos relativos a la piel, el cabello y los diversos elementos que los decoran y circundan. Así, la intención pictórica va más allá de una copia fiel de los sujetos retratados y entra en terrenos interpretativos y expresivos más allá de la semejanza con el referente.